El complejo es el proyecto verde más importante de una energética española que dará luz a 500.000 hogares.
El trabajo en el Bokalift 1, antiguo buque de transporte pesado reconvertido en la mayor y más moderna embarcación de la industria eólica marina, va a cámara lenta. Levantar la grúa lleva 10 minutos. Otros 10 un giro. Y así hasta las entre 3 y 4 horas necesarias para anclar con precisión milimétrica cada una de las 102 “jackets”. Colosales esqueletos de metal amarillo con un peso equivalente a ocho elefantes y la altura de la torre de Toralla (65,5 metros). Sobre ellos se asentarán los aerogeneradores del parque East Anglia One de Iberdrola, el complejo energético offshore más grande del mundo 714 megavatios (MW) de potencia. Capaz de suministrar electricidad a medio millón de hogares británicos y un hito sin precedentes entre las empresas españolas del sector.
Aquí, a unos 57 kilómetros de la costa británica, en pleno mar del Norte, a vista de helicóptero se ven ya las tres primeras “jackets” colocadas con etiqueta made in Galicia. La factoría de Navantia en Fene repite con Iberdrola después de levantar en aguas alemanas el parque de Wikinger y se encarga de casi la mitad de los soportes metálicos que sirven de raíz a los molinos. “Es un proyecto muy grande, multinacional, con tecnología española en muchos pasos del camino”, explica Alberto Ávila, responsable de las labores de cimentación de Scottish Power Renewables, filial británica de Iberdrola. Parte del diseño de las “jackets” se hizo en Dinamarca, algo más que el concepto que luego Navantia tuvo que desarrollar y adaptar a sus propios equipos de fabricación. Para Navantia, cada soldadura, cada corte añade Ávila es un plano que lleva horas de cálculo para los ingenieros.
El mar está hoy en calma. No es una zona de grandes olas unos 4 metros de máxima, pero sí de mucho e intenso viento. La misma razón que hace tan productivo el negocio del viento obliga a innovar en los soportes para los aerogeneradores y blindar así su resistencia frente a las inclemencias del tiempo. También a planificar durante años todo el proceso al detalle para aprovechar los buenos días, no alargar demasiado los plazos cuando vienen los malos y evitar sorpresas que interrumpan la actividad o disparen los costes.
El lecho del mar del Norte y el del Báltico son un cementerio de antiguas bombas de la Segunda Guerra Mundial por las minas usadas como barrera defensiva y los proyectiles arrojados desde los aviones del ejército nazi para soltar lastre e ir más rápido en las persecuciones de la Royal Air Force británica. Una parte importante del presupuesto del megaparque East Anglia One fue precisamente para la inspección minuciosa del fondo con robots no tripulados. “En muchos casos es metal o anclas, pero cuando se confirma que es una bomba, o bien se deja y se evita o vienen empresas especialistas a tratarla”, señala Alberto Vila.
En los barcos que van fijando la estructura del parque viajan los observadores que velan por el cumplimiento de la normativa medioambiental con los mamíferos acuáticos. Aunque no hay pruebas concluyentes, sí existen “sospechas fundadas” entre los científicos de que las obras pueden aturdirlos y se paran cuando se detecta uno cerca.
Trabajos de construcción en el East Anglia One, el mayor parque eólico marítimo del mundo // Francis Tsang
Fuente: El Faro de Vigo
JUL
2018